2/11/11

Holywins en Alcalá


‘Próxima parada: Alcalá de Henares’ se escucha en el vagón de la Renfe. Es la noche del 31 de octubre, brujos y lobos pasean por las calles de la ciudad complutense. Halloween reina en los restaurantes de luz tenue y entre los más jóvenes, aunque según se avanza en edad prolifera la indiferencia ante la festividad americana. Sea la que sea la opción, la gente disfruta de una noche festiva donde el frío ha dado tregua.

Algunos se sorprenden por escuchar música enfrente de la Catedral-Magistral. Un pequeño escenario es el punto de mira de los paseantes. Se paran, observan y escuchan. No es una orquesta corriente, sus letras hablan de una persona que resucitó. Ante la sorpresa, hasta los mejor disfrazados aprovechan para bailar con estos jóvenes cantantes y músicos. Llegan las nueve de la noche y algunos miembros de la banda desaparecen del escenario, con ellos también parte del público. Se dirigen al interior de la Catedral, así da comienzo por tercer año consecutivo Holywins -de la traducción ‘los santos vencen’-. No es un anti-Halloween sino una ocasión de celebrar la memoria de los que se encuentran ya con Cristo y una noche de evangelización callejera.

La iglesia se empieza a llenar. El altar está especialmente adornado con diferentes telas que ensalzan a quien va a exponerse allí durante unas horas. A sus pies, un icono de la Virgen María rodeada de velas que recorren el pasillo central hasta la entrada del templo. Entre los primero bancos de la izquierda los más pequeños disfrazados de personajes bíblicos, monjas y santos juegan con las hojas de cantos. A la derecha surge un coro que explica el contenido de la ceremonia. Lo primero de todo, dar la bienvenida al gran anfitrión: Cristo sacramentado. Ante Él surge un tiempo de oración-alabanza entre cantos y palmas para después pasar al rezo del Rosario. Los más pequeños corretean por los laterales del templo donde sacerdotes están confesando.

Carlos, miembro del grupo diocesano de evangelización Kerygma, explica el porqué de todo esto. “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación” (Mc 16, 15). Él dice que esto mismo escuchó él y otros compañeros en un retiro espiritual. Tras un año de oración y discernimiento, surge un grupo integrado en la actividad diocesana que anuncia por las calles que Dios está vivo y se preocupa por nosotros. Este curso –por invitación del Obispo- recorren las parroquias de la diócesis de Alcalá animando a hacer una noche de oración en la que -con el Santísimo expuesto y las puertas abiertas- se anima a la gente a pasar a la parroquia del barrio correspondiente a rezar. A simple vista es, quizá para algunas sensibilidades, una locura.

En su explicación, hay un momento que pierde el hilo. Son los nervios, acaba de ver a Don Juan Antonio Reig Plà sentado entre los fieles. ¡Cualquiera da una pequeña formación ante su Obispo! Carlos lo supera y anima a todos los presentes venidos de casi todos los arciprestazgos –muchos de ellos chavales- a salir a la calle a evangelizar. Irán de dos en dos, como cuando lo hizo Jesús con los 72 en Lucas 10, recibiendo antes la bendición personal del Santísimo. ¡Dicho y hecho! Decenas de parejas –uno que ya había evangelizado de esta forma junto con otro primerizo, los dos mayores de 16 años- salen con folletos, estampas, rosarios, citas bíblicas y sus mejores sonrisas a la vía pública. Los viandantes se sorprendía: “¿Pero sois católicos de verdad o evangélicos?”, “No, gracias. No creo”, “A pues sí, yo voy”, “Vale, pues un ratito me paso”, “No, prefiero quedarme aquí viendo el concierto”, “Está muy bien que gente joven como vosotros haga esto”, “Vengo muy cansado de trabajar y además soy ortodoxo... pero quiero pasarme un poco”, “Como ves estoy en muy ‘mal estado’ para ir pero me quedo con tu frase bíblica”, “Sois los segundo que me lo decís, no me interesa”, “Es que… tengo un poco de prisa”. Hay tantas reacciones como personas. Lo importante es invitar, dar testimonio y rezar por ellos tras la conversación. Dios es el que obra. Los que sí querían pasar disfrutan a la entrada de la Catedral de un grupo de mimos escenificando el poder de Cristo a ritmo de una cantautora a todo volumen. Una vez, dentro de la Iglesia, un continuo río de gente entra y sale. Pocos habían visto antes entrar a Drácula, Frankenstein o grupos de zombis a la casa de Dios. Es sorprendente, incluso hay casos en los que te confiesan que los arañazos y magulladuras del maquillaje no son parte del disfraz sino más bien un reflejo de las heridas interiores. Algunos sólo encienden una vela que dejan a los pies del altar bajo la mirada de la Custodia para marcharse corriendo, otros se quedan rezando, algunos piden rápidamente un sacerdote para charlar y/o confesarse, otros preguntan para saber cuándo se repite la actividad. Las parejas misioneras sólo dan el primer Anuncio, Jesús hace el resto. Una vez acompañada la gente de la calle al acceso de la Catedral –algunos incluso piden más, quieren que se les acompañe hasta el primer escalón del altar para rezar con ellos-, los evangelizadores recogen fuerzas en el Señor para seguir con su labor.  

No todo los parroquianos sienten la llamada de Dios a evangelizar esa noche, por eso se quedan en el templo rezando en comunión con los que están fuera. Hay otro coro que les hace compañía durante la vela. Hay un gran clima de oración por todas las almas. A las doce y media de la noche, a los pies del altar hay un firmamento de pequeñas velas que habían dejado las personas que quisieron pasar. Termina el concierto, la misión y los bailes. Todos los participantes se reúnen para rezar por todas las personas con las que hoy se cruzaron. Algunos comparten su testimonio de lo que les ha tocado en esta noche donde laicos, sacerdotes, un obispo, religiosas y misioneros de diferentes espiritualidades se unieron para evangelizar. El Señor da las gracias con su bendición. La noche ha sido larga y hay que reponer fuerzas. En la Sacristía hay un pequeño aperitivo para poder charlar y compartir impresiones. Tiene razón la cita de Benedicto XVI en el cancionero: “La felicidad que buscáis, la felicidad que tenéis derecho a saborear, tiene un nombre, un rostro: el de Jesús de Nazaret, oculto en la Eucaristía. Sólo Él da plenitud de vida a la humanidad. Decid, con María, vuestro “Sí” al Dios que quiere entregarse a vosotros”. 

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